viernes, 29 de julio de 2011

Hay días en que...

Bueno...ahora a analizar las posibilidades...sólo pienso en el arma del escolta. Angélica, la odontóloga duerme. Supongo que es una tranquila manera de olvidarse de todo. El escolta es muy fuerte, aparte de eso tiene este extraño virus que deja la gente en un estado primario que la hace mas peligrosa. Pienso en un golpe certero con el bate por detrás , en su cabeza, y luego una cuchillada repetida. Sin embargo, me retracto del segundo punto, no quiero untarme de sangre, no sé todavía como se contagia este virus o bacteria. Piensa, piensa.
Observo el carro de Angélica, aún tiene las llaves puestas y advierto que incluso el motor sigue encendido, el escolta ahora camina perpendicular al carro. Debo salir rápido, encender el carro, engranar y atropellar duro.
Tomo el bate y abro lentamente al puerta, algo me dice que estas personas agudizan sus sentidos. Camino casi de puntillas y llego al carro...de repente el escolta gira su cabeza hacía mí, se devuelve caminando con el típico arrastar de sus piernas, pongo la marcha atrás, casi hasta mi casa, meto acelerador a fondo y lo dirijo hacia el escolta, el golpe lo tira casi 5 metros atrás. Me bajo del carro y observo la escena, ahora por las calles adyacentes observo mas de estos seres que caminan hacia mí, no contaba con esto, mierda, aún están lejos así que debo apurarme, tal parece que el ruido los ha atraído hacia acá. Me acerco al escolta pero de repente se levanta!! casi muerto, pero se levanta hasta el medio cuerpo, tomo el bate y golpeo una , dos, cuatro veces su cabeza...pedazos de cráneo quedan esparcidos por la calle. Me siento realmente mal, muy mal, tomo la pistola que tenía en la cintura y el chaleco...regreso rápido a la casa, pongo los seguros y me tiro al piso asqueado...he matado a alguien!...sudo en demasía y tengo una molesta sensación por dentro.

Angélica acaba de despertar...

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